Un poder que perdura

February 24, 2018 | Author: Anonymous | Category: N/A
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Un poder que perdura Magdalena Bosch1

Poder de consolar ¿Ha desaparecido la belleza del mundo y del arte en el siglo XX? ¿Es, quizás, una de esas cuestiones sobre las que Wittgenstein diría que más vale callarse? ¿Se ha convertido en residuo infantil, algo presente en el lenguaje de los niños, pero de lo que debemos olvidarnos para ser serios, adultos y modernos? Resulta innegable que la belleza ha sufrido una crisis en su comprensión, en su valoración, en su reconocimiento. A finales de agosto de 1999 volaba yo de Boston a Barcelona, terminada una estancia de investigación en Boston University. Iba leyendo una publicación divulgativa que recogí en la Universidad de Harvard. La editorial de esa revista se titulaba algo así como "el despertar de la belleza" y analizaba el desprecio que había sufrido la belleza durante años, especialmente a partir de la segunda guerra mundial: se la había asociado a lo burgués en su sentido más deplorable. "Bello" había adquirido connotaciones como "prepotente" y "conservador". Pero en el mismo texto se advertía del creciente interés por la belleza y la estética. Era un despertar de algo dormido que recuperaba vitalidad, salía de su letargo y llenaba nuevamente páginas de revistas y proyectos de investigación. Al cabo de unos años y tras la destrucción del World Trade Center, Terry Teachout2 publicaba un artículo con el título: "El retorno de la belleza". Trataba de la belleza y el posmodernismo. Más concretamente, señalaba la desaparición de esa categoría dentro de este modo de pensamiento: "... los postmodernistas son relativistas. No creen en la verdad y la belleza, sostienen, en cambio, que nada es bueno, cierto o bello por sí mismo". Pero unas líneas después su artículo daba un vuelco y narraba un acontecimiento: el regreso de la belleza. Su ausencia a final de siglo XX y dentro de las posturas postmodernas justifica este modo de decir. ¿Y cuál era el síntoma que manifestaba el regreso de la belleza? El dolor. Mejor dicho, los recursos a los que Magdalena Bosch Rabell estudió Filosofía en la Universidad de Barcelona, donde realizó también el doctorado. Desde 1998 es profesora de Filosofía en la Facultad de Humanidades de la UIC. 2 Terry Teachout, crítico de música de Commentary y crítico de teatro del Wall Street Journal, escribe en Second City, crónica sobre las artes en Nueva York, en el Washington Post. Sus críticas de libros, danza, cine, música y las artes visuales también aparecen regularmente en National Review, el New York Times y otros muchos periódicos y revistas. Su último libro es The Skeptic: A Life of H.L. Mencken. 1

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acudimos las personas humanas para afrontar el dolor. El suceso al que alude Teachout son los encuentros que se produjeron como forma de duelo público común tras los atentados del 11-S. Se trataba de un intento de compartir sentimientos profundos y pesarosos. "...los músicos de Nueva York y de otros lugares empezaron a dar conciertos conmemorativos, a los que el público acudía en tropel. ¿Qué iba a escuchar? Yo-Yo Ma interpretó a Bach en el Carnegie Hall; Plácido Domingo cantó Otelo en el Metropolitan Opera House; Kurt Masur y la Filarmónica de Nueva York transmitieron el Requiem de Brahms a todo el país a través del Sistema de Radiodifusión Público. ¿Se quejó alguien de que el Metropolitan presentara a Verdi en vez de Arnold Schoenberg? La pregunta lleva consigo la respuesta. "Se siente una necesidad imperiosa de belleza cuando la muerte está tan cerca", canta el anciano rey Arkel en la ópera de Debussy Peleas y Melisenda. Lo que los En las situaciones estadounidenses deseaban escuchar en su hora de límite se manifiesta tribulación era belleza, y no dudaron un momento de su lo más auténtico y existencia". Este suceso lleva la fuerza de la experiencia la necesidad vital. No es una teoría estética, es un testimonio histórico. dificulta el En las situaciones límite se manifiesta lo más auténtico y la disimulo o el necesidad dificulta el disimulo o fingimiento. Nada fingimiento quedaba a los norteamericanos más que un sincero deseo de consuelo, de compartir su abatimiento. A la hora de la verdad, podríamos decir, buscamos la belleza aunque no se lleve o pueda parecer poco moderno, quizás poco maduro. ¿Por qué? Porque sólo la armonía es verdaderamente pacificadora y únicamente la belleza tiene ese efecto balsámico en el alma humana. La armonía infunde la paz porque restablece el equilibrio, y el dolor se vive como una herida interna que ha de ser restañada. Las heridas en el corazón sólo las cura la paz, y la paz emerge del orden. Ese es el poder de la belleza. Cuando la belleza se ausentó Es un hecho constatable que el arte de segunda mitad de siglo XX deja de interesarse por la belleza. La irrupción del arte abstracto y del pop, la búsqueda prioritaria de la transgresión y la crítica; relegan a la belleza al rincón del sueño o al pasado. Lo interesante de este fenómeno es que el arte deja de ser un objeto para la contemplación gozosa y procura convertirse en un revulsivo, un medio para la denuncia. Es decir, el arte deja de ser bello porque ya no le interesa serlo. Uno de los motivos es el estado de honda decepción moral a finales de 1945. La guerra ha terminado, pero las atrocidades que los humanos hemos cometido pesan en los corazones. A esta frustración por el horror cometido, se une la tristeza por los familiares muertos y la miseria material y el hambre. Ante una desmoralización tan honda, se hace necesario expresar el horror. Este es uno de los aspectos del duelo, antes de poder restañar una herida debe sacarse todo lo malo que ha quedado dentro de ella. Otro factor decisivo son las ideas nihilistas que emergen a principio de siglo XX pero que se divulgan y toman fuerza especialmente a partir de los años cincuenta. Un detonante de estos cambios ideológicos es la filosofía de Nietzsche y su reacción contra la ilustración y el Romanticismo. El ideal romántico surgido en el círculo de Jena había tomado cuerpo en algunas de las propuestas más vigorosas del idealismo alemán. La 2

belleza era ensalzada por Schelling y Hegel como nunca antes lo había sido, considerada la más alta capacidad del entendimiento humano, el zenit de la elevación del espíritu. Además de los elementos sociales y filosóficos A la hora de la hubo también causas políticas. En este caso, unidas a la filosofía marxista. Paradójicamente, el marxismo se verdad buscamos la inspiraba fuertemente en el hegelianismo, pero la lucha de belleza, aunque no clases se impone a las teorías sobre lo bello y prevalece el se lleve o pueda ímpetu con que es rechazada la burguesía y todo lo que le parecer poco acompaña. Como ejemplo, se puede mencionar que moderno, poco régimen de Mao, en una de sus etapas, toma la forma de maduro la destrucción del arte y toda manifestación bella de la cultura anterior. Se destruyen monumentos de preciosa tradición y factura, se demuelen edificios, esculturas, lienzos. Toda China vive durante unos años la persecución y devastación del arte bello. De modos menos violentos, también en occidente calaron estos valores y estos sentimientos. Otra causa de la retirada de la belleza, concretamente en el arte, ha sido el nacimiento del arte conceptual. El arte figurativo pretendía atrapar la belleza en sus formas y representaciones, aspiraba a ser gozado visualmente, ser contemplado con agrado. El arte abstracto no. Su propósito es emitir un mensaje, ser cauce de expresión; pero las formas concretas del producto artístico no tienen por qué ser bellas. De hecho, el arte abstracto desplaza el discurso plástico al discurso racional: la imagen y las figuras son sólo vehículo de comunicación; sin necesidad de valor estético en sí mismas. Así lo plantea Kandinsky, al hablar de lo espiritual en el arte, propone precisamente que lo espiritual se manifiesta más allá de las formas y que éstas tienen un valor instrumental respecto del espíritu. Para manifestar lo invisible se eclipsa lo visible; para dar protagonismo a lo inmaterial ha de ser desplazado lo material. Pero el alma se recrea también en las formas sensibles. El arte abstracto es una aportación de riqueza indiscutible, y toda la reflexión sobre el arte que genera también; pero cabría señalar que las formas pictóricas son en sí mismas, por su materialidad, objeto de visión sensible y que el medio propio de expresión intelectual es el discurso verbal. Prueba de este desajuste entre el contenido que se quiere expresar y el lenguaje que se quiere emplear, es la necesidad de mil explicaciones para que un cuadro abstracto pueda ser comprendido. Ante algunas digresiones parece que lo más adecuado habría sido escribir un ensayo, que todos pudieran entender al leerlo; en lugar de pintar un cuadro, que nadie entiende sin notables aclaraciones. Más fuerte que el tiempo Uno de los tópicos más corrientes sobre la belleza es considerar que su valoración ha cambiado enormemente a lo largo de la historia. A partir de esta observación se suele deducir que nadie se ha puesto de acuerdo acerca de qué sea bello y que por tanto nada lo es realmente, que cada cual tiene sus gustos, y nada más. Esta visión tan superficial se viene abajo nada más asomarse un poco al concepto de lo bello. Muy al contrario de lo que parece, a lo largo de toda la historia se ha mantenido una idea muy parecida de lo que es la belleza. Lo que ha cambiado visiblemente, y lógicamente, es la valoración de las manifestaciones del arte, de los modos de vestir y la ornamento personal. Cambian los gustos y los usos, porque cambia la cultura, el modo 3

concreto en que se ven las relaciones sociales, la relación con la naturaleza, la relación con la técnica... Y a pesar de todos esos cambios, el concepto de belleza como armonía se mantiene. En efecto, todas las culturas, con sus modos variados de adornar las viviendas, de confeccionar atuendos; coinciden en considerar la belleza como armonía. Pero no sólo eso, también todas las culturas coinciden -hasta el siglo XX, como se ha contado más arriba- en valorar la belleza como algo importante. El amor por lo bello ha movido a los artistas antiguos a construir edificios de enorme dificultad, desafiando los enormes obstáculos que presentaban; las pirámides egipcias, los templos griegos, el templo de Jerusalén -que conocemos sólo por descripciones- son ejemplos de la necesidad de belleza que han sentido los seres humanos desde muy antiguo. Hay ejemplos aún más remotos: la arqueología ha encontrado pruebas, desde las primeras civilizaciones, del empeño en la ornamentación. Y aunque se puede ver que no es sólo la belleza lo que les movió, que también hay ambición, deseo de demostrar poder o superioridad... es innegable que la belleza se considera necesaria en todo lo que se supone importante. Viendo grandes obras de arte de distinta época, vemos precisamente de qué maneras distintas se puede representar lo bello. No es más hermosa la Piedad de Miguel Ángel que el Partenón; o el Pantocrátor de Taüll más que la Victoria de Samotracia; o la pirámide de Keops más que el museo Guggenheim de Nueva York. Pertenecen a culturas diferentes, pero todas sin excepción traslucen armonía. Más fuerte que el tiempo es la armonía y prevalece a través de las edades y las civilizaciones. Pero si la armonía es aquello que de universal tiene la belleza, si de algún modo viene a ser su esencia más allá de las formas concretas que adopte a través de los años y de los países; habrá que especificar su significado. Armonía es equilibrio y proporción, y suele definirse como unidad en la variedad. En todo lo armónico hay una diversidad de elementos que se Uno de los tópicos relacionan entre ellos de modo unitario. Se hace más corrientes sobre presente un orden en las partes y la relación que la belleza es guardan entre ellas hace que formen un todo. Como las considerar que su distintas ramas de un mismo árbol, las diferentes valoración ha facetas de un edificio o los variados elementos que cambiado componen un cuadro. La armonía es la correcta enormemente a lo relación entre las notas musicales, las proporciones de una escultura, la disposición de los muebles en una largo de la historia habitación. Sobre gustos hay mucho escrito Hace bastantes años me contaron una anécdota que me quedó grabada en la memoria: estaba un conocido catedrático dando una conferencia sobre la belleza, cuando una mujer de entre los asistentes le hizo la siguiente observación: "en realidad, sobre gustos no hay nada escrito". A lo que el profesor respondió rápidamente: "señora, sobre gustos hay mucho escrito, lo que ocurre es que usted lee muy poco". Sobre lo bello y sobre el juicio estético se ha escrito mucho y con mucha profundidad: desde los pitagóricos que estudiaron la armonía celeste, pasando por Platón, Plotino, Ficino, Kant, Hölderlin, Hegel, Baumgarten... por señalar sólo unos hitos en toda la historia de la estética. Y sin embargo, este es otro tópico frecuente: cada cual tiene su

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idea de lo bello, sus gustos; y no tienen por qué ser unos mejores que otros, luego la belleza es algo completamente subjetivo. ¿Qué hay de subjetivo y qué de objetivo en la belleza? Lo subjetivo es lo que se advierte más fácilmente y tiene que ver con lo que se acaba de explicar. Cada persona tiene gustos distintos y hace valoraciones estéticas muy distintas sobre las mismas cosas. Una obra de arte, un vestido, un personaje famoso gustan a unos sí y a otros no. Es decir, lo subjetivo es el juicio, la valoración. Cuando decimos "me gusta" estamos haciendo, implícitamente, un juicio estético: lo considero bello o no. Pero que las valoraciones sean subjetivas no significa que sean arbitrarias. También en estética hay expertos y legos. En algunas cuestiones tan discutibles como el vestir y, en general, la imagen personal hay “Señora, sobre personas que adquieren una formación y pericia gustos hay mucho sobresaliente y se dedican con éxito a ser asesores de escrito, lo que imagen. De igual modo, un especialista reconocerá la buena ocurre es que composición en obras de arte de muy diverso estilo. Es decir, que el gusto es subjetivo, el de cada uno; pero se usted lee muy puede formar, y unos juicios son más ajustados que otros a poco”. la realidad. De esta última afirmación se desprende que la belleza está vinculada a la realidad, que hay una dimensión objetiva. ¿Es esto posible? Si, y su fundamento es algo tan poco subjetivo como el cálculo y la relación entre los números; tan contundente, por ejemplo, como que 1,618 es el mismo número para todos y no varía lo mire quien lo mire. Pero esto exige una explicación. Del concepto de belleza como armonía, deriva el principio de que lo bello es lo proporcionado. Las proporciones son relaciones numéricas, exactas y universales; y pueden estar en perfecto equilibrio o no. Lo que los seres humanos percibimos como bonito, es aquello en cuya composición hay orden y proporción. Esto se cumple respecto del espacio, de la música, del color. Perfección que fascina o proporción áurea Euclides en Los Elementos definió la proporción áurea como sigue: se dice de una línea recta que está dividida "siendo la línea entera al segmento mayor como el mayor al menor". El resultado de resolver la ecuación que genera esa relación es 1, 618, el llamado número "Fi" (en honor a Fidias). Esta correspondencia tan sencilla se ha considerado perfecta desde tiempos remostos y se le ha llamado proporción áurea. La ecuación es uno más raíz de cinco partido por dos. La perfección de la proporción áurea ha admirado a matemáticos de diversas épocas por las muchísimas correspondencias entre resultados de variadas operaciones, basadas en ella. Y ha fascinado a los artistas desde la más remota antigüedad. Un calendario de época caldea muestra indicios de haber sido confeccionado utilizando la proporción áurea, y las pirámides egipcias, el Partenón... infinidad de obras artísticas a lo largo de todas las épocas. Pero no se trata de una preferencia clásica, en el sentido temporal o cronológico; sino que en la actualidad su uso es habitual en diseño gráfico, en fotografía, publicidad. Toda imagen que pretenda ser mirada, suele recurrir a ella para conseguirlo; porque su perfección capta la mirada con mayor fuerza que cualquier otra. Su equilibrio contundente retiene la visión que encuentra agrado indefectible en ella. Las formas 5

geométricas de proporción áurea se imponen, aunque a veces pasen desapercibidas. Las tarjetas de crédito son un La belleza está rectángulo perfecto, muchas de las fotos publicitarias de vinculada a la marcas de lujo siguen formas inspiradas por "Fi". Todo realidad. Existe un esto no exige que esta razón numérica sea empleada orden que gusta a siempre consciente y deliberadamente; sino que basta todos, que es constatar su reiterada presencia. Quizás es aún más objetivamente sorprendente que se utilice una y otra vez sin pretenderlo hermoso y que se plasme constantemente sin ser buscada. Lo que se puede concluir de todo esto es que existe un orden que gusta a todos, que es objetivamente hermoso. Y aquí la excepción sería -utilizando una expresión aristotélica para hablar de lo equivocado respecto de lo correcto- como quien tiene el gusto trastocado y percibe como dulce lo amargo y al revés. Cabría preguntarse cómo ha podido inventar el ser humano algo tan logrado. Y habría que responder que no lo ha inventado, sino más bien "descubierto". La naturaleza reproduce esta proporción a diversa escala y en múltiples elementos. Se ve fácilmente su presencia en estructuras de la naturaleza como la distribución de las hojas en un tallo, o la espiral logarítmica de la concha de nautilus. El ejemplo de la concha se ha utilizado mucho para explicar este fenómeno, y es muy fácil -por poner un ejemploestablecer un paralelismo con la espiral de las escaleras internas en la Sagrada Familia de Gaudí. Excesiva estetificación En las últimas décadas se ha producido un fenómeno que algunos llaman la estetificación de la vida ordinaria. La expresión no es muy acertada porque la vida ordinaria es estética de por sí. De igual manera que en nuestro día a día convivimos con verdad y mentira, con alegría y dolor, amistad y soledad... igualmente convivimos con lo bello y lo feo; tanto si lo pensamos como si no. En este sentido no habría que decir que la vida ordinaria se ha "estetizado" porque siempre estuvo llena de fragmentos de belleza o fealdad. Lo que se quiere decir, normalmente, cuando se usa esa expresión es que la preocupación por la imagen lo invade todo. Y eso es otra cosa. La experiencia estética ha sido siempre algo omnipresente, sin hacer ningún daño: continuamente experimentamos agrado o disgusto antes las formas que vemos: en las cosas y en las personas. Una persona guapa o fea, una calle agradable, un paisaje hermoso; coches feos, industrias mostrencas, gente agresiva o desagradable. el encuentro con lo feo y lo hermoso es constante, aunque en muchas ocasiones no es consciente y en sí mismo no es perjudicial. En cambio, lo que sí puede hacer daño es la presencia pertinaz de determinados estereotipos; porque suponen cierta imposición y porque no emergen de la verdad variada de las cosas. Hay demasiadas ocasiones en que algunos modelos son propuestos de modo invasivo, como si cualquier otra cosa fuera rechazable. Estos modos de difundir lo que ha de gustar, lo que se lleva, lo aceptable, son al final avasalladores y ponen toda la atención, siempre excesiva, en la imagen. Ella sola, la imagen, la apariencia externa desvinculada de todo lo demás, es lo único que importa. Y así se acaba haciendo valoraciones muy superficiales de las cosas y de las personas.

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Al final ya no importa quién eres sino sólo que aspecto tienes, si vistes a la moda, si tienes una imagen "in". Pero esto no es "estetificación" sino más bien "exteriorización". Es decir, no es la belleza la que invade todo; sino la pura valoración de lo externo aislado de su ser, en que debería estar arraigado. Lo que hace daño a las personas es precisamente esa ruptura entre quiénes son y cómo deben presentarse, porque al final la presentación relega la identidad a un ínfimo lugar. No es la belleza la que vulnera la interioridad, sino el exceso de lo externo y su desvinculación de la realidad interior. La belleza verdadera, muy al contrario, une ambas cosas. La belleza de las personas emerge de dentro a fuera. La identidad buena se presenta con apariencia armoniosa y agradable.

Título: El poder de la belleza Autor: Magdalena Bosch ISBN: 978-84-313-2832-0 PVP: 9,62/10 Euros (sin IVA/con IVA) Nº de Páginas: 152 www.eunsa.es Colección: Persona & Cultura Tamaño: 120 x 170 mm ¿Por qué la belleza tiene el poder de fascinar? ¿Nos equivocamos rindiendo culto a lo bello? ¿Qué relación tiene la belleza con el amor? ¿Hay algo de objetivo en la belleza? ¿Por qué algunas personas son atractivas a pesar de no ser muy guapas? ¿Qué relación tiene la belleza con la verdad y el bien? ¿Se puede definir lo bello? Precisamente el Congreso Universitario –UNIV 2012– que se celebrará en Roma en el segundo trimestre de este año 2012, lleva como título "Pulchrum: la fuerza de la belleza", tema sobre el que se están debatiendo las distintas ponencias, y este pequeño libro puede ayudar y contribuir a las mismas.

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